lunes, 29 de diciembre de 2008

se levanta el telon

Muchas personas no valoran lo que tienen a su alrededor, algo tan simple como ir a pasear a la feria puede convertirse en un paseo maravilloso. Un mundo que se separa de la cotidianidad a unos pocos metros de nuestra ciudad, unos verdaderos actores Disfrazados de vendedores preparando un dialogo y escenografía para su público.

Los pescados al comienzo de la feria con su pálido color plomizo esperan la llegada de un comprador. Los observé detenidamente y sus miradas transmitían dolor. Si pudieran hablar y reclamar a los humanos o que tal si nosotros fuéramos pescados, y los pescados humanos es algo aterrador estar expuesto, ser comprado y consumido.
Ese agradable aroma a mar se mezclaba intensamente con un cítrico aroma que venia de la escenografía siguiente, un hombre con sudadera blanca de tez morena exponía su producto
“los limones, las naranjas lleve por acá caserita”. Me pregunté ¿le habrá costado trabajo ensayar este discurso?
En toda la feria se escuchaba un gran murmullo, cada cual con su dialogo y resultaba magnifico detenerse en una sola voz y escuchar el tono con que se emitía el mensaje y a sí cada actor lo hacía de manera tan diferente.

Avanzando por la feria comencé a observar los rostros de los actores y yo como público apreciaba las diferentes expresiones de éstos. Aprecie rostros cansados, rostros esforzados, rostros tristes y rostros felices, algunos rostros mimetizados con las frutas algo que resultaba muy gracioso.

Me detuve justo en frente de una escenografía donde vendían libros, los actores eran una pareja de ancianos, ambos usaban anteojos, sus cabellos eran grises sus contexturas eran delgadas de piel tostada. Esta escena realmente me llamó la atención ellos ofrecían sus libros de manera silenciosa, no eran como los demás, permanecían en silencio tal como lo es un libro, pero sus añejos cuerpos y complicidad dejaban abiertamente que sus largas vidas estaban llenas de misteriosas historias.
Seguí mi camino y comencé a observar las naranjas en un comienzo de la feria eran de un color intenso ahora su tono se había deteriorado confundiendo fácilmente las pálidas naranjas con limones. Las manzanas que por algún lugar eran bastante rojas o verdes en otros extremos eran demasiado pálidas y a sí variaban los tonos de las diferentes frutas. Algo fabuloso sucedió, Divise a unos metros una gran variedad de juguetes, mi corazón comenzó a latir fuertemente, sentí que volvía al pasado transportándome a los cinco años y recordé cuando venía con mi abuela a este preciso lugar y ella mágicamente sacaba una moneda y me la daba para comprar cualquiera de los juguetes que se encontraba aquí.

Un sonido extraño me mando devuelta a la tierra, al frente había unos pollitos enjaulados esperando la llegada de su liberación y al lado se encontraban unos pequeños patitos que esperaban por lo mismo. Me pareció cruel esta situación aunque para el público no es nada sorprendente. Me acorde de un reportaje que había visto en televisión, en un lugar de China había una feria similar a ésta pero en vez de tener pollitos, tenían otra especie de animales, como perros, serpientes y gatos. Para nuestra cultura sería extraño ver en una feria este tipo de animales vendidos para ser consumidos, ya que los perros y gatos los domesticamos para tenerlos en casa como mascotas y las serpientes están alejadas de nuestra realidad.

Seguí caminando, me detuve y observe una anciana con cabello blanco, ella vendía ajos me causo gracia esta escena ya que su corto cabello blanco se asimilaba con un enorme ajo, sonreí y seguí avanzando.
Comencé a divisar las verduras esos llamativos colores verdosos me sorprendían. Las lechugas, los espárragos, el perejil, el apio, causaban frescura en mi interior. Ese fuerte aroma a perejil se expandía por mis poros y me hacía imaginar una rica sopa.

El zapallo apareció encima de mis ojos, ese tono anaranjado me hacía recordar las veces que estuvo servido en alguna de las tantas comidas de mi vida. Un muchacho apareció entre los trozos de zapallo , su edad era aproximadamente de doce años, vestía una anaranjada playera tal como un zapallo, en este momento me parecía que los feriantes se mimetizaban cada vez más con el producto que ofrecían.

Hace bastante tiempo que no volvía a este maravilloso mundo. Cuando era pequeña lo hacia con mucha continuidad ya que tengo el privilegio de tener una vez a la semana la feria a unos metros de mi casa.
Pero el tiempo y mi poco interés por volver a sumergirme a este mundo habían borrado de mi mente los colores, sabores, olores de las personas, de las frutas, de las verduras y los mariscos. Volver a reencontrarme con los actores revivían mis recuerdos infantiles, recordé muchos rostros de los que había visto ya en mi infancia y fue muy grato el saludo de una señora, que hace varios años atrás vendía helados, aun lo recuerdo y siempre cuando acompañaba a mi abuela a la feria me compraba uno . Ahora aquella mujer vendía verduras y aun me recordaba, me preguntó por mi abuela y me encontró bastante grande, pues claro si ella me había visto pequeña y han pasado varios años de ese entonces.



Mi recorrido se acababa pero la obra aun no terminaba, faltaba mucho público por recorrer esta bella escenografía, público eso era realmente lo que faltaba, no visitantes porque visitantes hay por montón, el público es el que aprecia la belleza de los actores, el arte de la escenografía, el conectarse con el ambiente, escuchar el libreto, sentir los aromas, dejar que los recuerdos te invadan, el saber dar las gracias, el mirar con igualdad y valorar el esfuerzo de los demás. Muchos países no tienen la posibilidad de apreciar lugares tan simples y tan bellos, porque en lo simple está realmente lo bello. Muchos años fui una visitante y por primera vez me convertí en público, la obra ha acabado, es hora de volver a casa. Se cierra el telón.



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